Se acercaba la última noche del año y aún no tenía decidido que
iba a hacer. Los planes que le habían propuesto no le entusiasmaban
demasiado, unos le parecían aburridos y otros... otros simplemente, ni
siquiera eran de su agrado. No es que tuviera que ir a ninguna parte en
concreto para estar bien, no se trataba de eso, pero ya era como una
tradición, todo el mundo se preparaba, vestían sus mejores galas y se
adornaban para despedir el año.
Que ganas tenía de acabar ese
año... estaba siendo como una pesadila, una broma de mal gusto. Nada
había salido bien. Sumergida como tantos otros en la crisis que envolvía
a todo el planeta, las cosas habían ido de mal en peor. Quería que se
acabara y pensaba en el momento en que dieran las doce campanadas para
poner un punto y aparte. Y para más inri, estaba sola.
Miraba
a su alrededor y no veía más que a parejitas haciéndose mimos, si se le
ocurría ir al cine a ver una película de estreno, allí estaban, más
acaramelados que nunca. Era empalagoso ver tanto cariño, tanta caricia
flotando en el aire y tanto beso pululando por cada rincón de su
cotidianidad.
Suspiraba y dejaba vagar sus pensamientos...
Algún día encontraría ella a alguien, a su complementario, al hombre que
la acompañase por cada uno de los recorridos de su solitaria vida. ¿Lo
encontraría? Desechó ese pensamiento y se puso una copa de vino. Era
mejor saborear aquel elixir rojo, deleitarse el paladar con su sabor y
no dejarse llevar por ensoñaciones.
Seguro que igual que
ella, millones de personas estarían decidiendo que hacer, otras muchas
seguro que ni siquiera tendrían la opción de elegir, y eso si que era
verdaderamente triste. Entonces fue cuando se le ocurrió que si
existiera una forma de contactar con todas y cada una de ellas, podrían
reunirse en un lugar, un lugar para las almas solas, un lugar donde
nadie se sintiese extraño.
Tomó otro sorbo de vino y sonrió. Sin saber por qué, se fue animando por momentos. Ya sabía que iba a hacer.
Era el día 31 de Diciembre y faltaban 5 minutos para escuchar las
campanadas que darían paso al nuevo año. Estaba de pie, en una enorme
plaza, en un lugar espacioso y en un paisaje nada habitual en su día a
día. Estaba rodeada de desconocidos y sin embargo, se encontraba tan
cómoda... Empezaron a sonar las campanadas, 1, 2, 3.... cuando se oyó la
última, cuando se comió la última uva, se sintió renacer, se besó con
un montón de gente, felicito el año que ya estaba rozándolos y respiró
profundamente.
Lo había hecho, se había armado de valor y
sola, había viajado a un lugar nuevo, y se había atrevido a comenzar
sintiéndose ella misma y haciendo justo aquello que le había apetecido
hacer.
"Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo". Mahatma Gandhi
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