viernes, 29 de noviembre de 2013

Metamorfosis





     La oscuridad había cubierto el universo, habían desaparecido los amaneceres, se habían apagado los destellos del sol, no se sentía la calidez, un frío inquietante se posaba sobre los cuerpos de la gente, los acompañaba como una sombra siniestra allá donde iban.
     Que había sucedido? ¿Como se había llegado a eso? Me encontraba en mitad de una calle muy transitada, y a pesar de la multitud se podía cortar la soledad. La gente pasaba junto a mi, sin mirar, sin sentir, no se veían unos a otros, no había expresión en sus ojos, no se podía percibir la humanidad de las personas. Estaba sola, rodeada de gente y con un miedo atroz.
     Seguí caminando sin saber a donde me dirigía, intenté preguntar a alguien y no hubo respuesta, ni siquiera se paró aquel hombre, siguió su camino sin prestar atención, como si yo fuera un fantasma. Lo sería? Habría muerto y estaría en el peor de los infiernos?
     Se apoderó de mi el pánico y rompí a llorar, me embargaba la tristeza, el asombro y el estupor ante lo que estaba sucediendo y del propio terror, me desvanecí.  Recobré la conciencia y miré a mi alrededor, no conocía nada, pero pedí a Dios con todas mis fuerzas que fuera una pesadilla, supliqué que lo fuera y cerré los ojos deseando despertar y sentir de nuevo.
     Me sorprendí al ver a mi lado a un anciano observándome, inmóvil, callado. Di un respingo y acto seguido le pregunté quien era, que hacía ahí y donde nos encontrábamos. Le exigí que me contestara, con ímpetu, con una desmesurada bravura. Después de unos angustiosos segundos, que parecieron a mi entender horas, me respondió que era un amigo, que estaba ahí, junto a mi, para enseñarme, para explicarme el por qué.
     El por qué de qué? que estaba pasando? La cabeza me daba vueltas y no entendía nada. El, me cogió de la mano y me dijo : Este es tu mundo, tu universo, el que tu has creado día a día sin darte cuenta, la cueva profunda donde has metido tu mente, tu alma y tu espíritu.
     Esto lo he hecho yo? No puede ser... como he podido crear un mundo tan triste, tan desolado, tan inhumano? Yo no tengo ese poder, respondí al anciano. El me contesto : No es el mundo, es TU mundo, te has hundido en la negatividad, te has rendido ante la fuerza del huracán, te escondiste cuando viste la agresividad y la maldad de algunas personas y dejaste de luchar. Sé que estabas débil y cansada, pero ante la adversidad tuviste que sacar fuerzas de tu fe, de la gente que te quiere y que siempre ha estado a tu lado, de quien creyó en ti, por encima de todo.
     Me entristeció escuchar al anciano, sentí que me desmoronaba, que se me rompía el corazón en mil pedazos, el aire se había quedado estancado en mis pulmones y no podía respirar, me ahogaba, porque entendía todo lo que me estaba diciendo aquel anciano, todo me sonaba.
     Entre sollozos alcancé a decir : Puedo arreglarlo? Que puedo hacer, no quiero vivir entre tinieblas, no podría soportar vivir en esta penumbra...
     Sentí sus brazos rodeándome, pude percibir un perfume sutil y penetrante que me resultó muy familiar, era muy reconfortante... y entonces, acercó sus labios a mi frente, la rozó suavemente y en susurros me dijo: Cálmate... desde que el mundo es mundo, ha habido gente cruel, gente sin sentimiento de culpa, gente para la que lo único importante es lo material, gente que considera que solo ellos son los amos y el resto sus esclavos, gente que consideran a las personas un mero trámite, números, donde el interés por ellos es el mismo que el de los bancos por sus depósitos. Tenemos que recuperar la fe, la fe en el ser humano. Tienes que creer,  alzate y despliega tus alas. Sécate las lágrimas para que puedas ver bien la salida y vuela. De ti depende que el sol vuelva a brillar con fuerza cada mañana de tu vida. Te dolerá... y mucho, pero no decaigas. El cambio empieza por ti misma, y toda metamorfosis es dolorosa.
     Pero... me pides algo tremendamente difícil, ¿podré?
     Podrás, si crees en ti. Yo, siempre lo hice.

     "Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo" Alexei Tolstoi

lunes, 25 de noviembre de 2013

El saber no ocupa lugar









     Seguro que os suena esta frase, este proverbio que a menudo hemos escuchado decir a nuestros mayores y a nosotros mismos también en alguna ocasión.
     Y no me voy a referir al significado de Saber, como sabiduría, conocimiento o ciencia, sino al otro significado del vocablo, al de conocer, tener noticias de algo o alguien, tener certezas, etc. En este caso, tengo que admitir, que hay cosas en la vida que sería mucho más sano no saber nunca.
     Yo siempre he sido una mujer muy tajante, muy enérgica en mis decisiones y muy equivocada en la manera de ver la vida. Era blanco o negro, todo o nada... las medias tintas no iban conmigo. Me parecían falta de personalidad, de decisión. Hoy en día, estoy aprendiendo a ser más moderada, a intentar ver los matices, a enriquecerme con los otros puntos de vista. Hoy en día, disfruto paseando por la gama de los grises.
     Pensaba que la pureza del blanco, su resplandor, esa pulcritud con la que se me había presentado desde pequeña, era lo realmente importante... La verdad. Esa verdad que todos creemos poseer y que defendemos con uñas y dientes, pero que sin embargo, es subjetiva.  Esa verdad que buscamos desesperadamente y que si encontramos, muy posiblemente nos destroce el alma. Porque aunque dicen que la verdad purifica, deberíamos preguntarnos de que verdad hablamos.
     Cuando una persona terca como yo, se empeña en saber, no puede parar y sigue buscando y buscando hasta que consigue hallar, aunque lo que encuentre no le guste y parte de su esencia, de su espiritualidad, de su fe, se pierdan con el hallazgo.
     Hay momentos en que deberíamos saber parar, analizar y plantearnos si realmente estamos preparados para formular preguntas de las que no queremos saber las respuestas.
     Por otro lado, podría pensar que si el blanco no es tan bueno, el negro podría aportarme esa comodidad que conlleva la ignorancia, esa falta de empatía que va acompañada del desconocimiento. Podría... pero tan malo es un extremo como el otro. El hombre necesita saber, quizá lo preciso, pero saber al fin y al cabo. Somos una maquina perfecta que sufre el desgaste de las inclemencias de la vida, a veces oxidados por falta de uso, otras con disfunciones por el abuso, pero con un alma, con un corazón que late a cada suspiro y al que a veces nos empeñamos en dar un pluriempleo.
     He descubierto, y sigo descubriendo a cada segundo que no hay quien recomponga una fe rota, que las lágrimas que se derraman con verdadero dolor, con esa angustia acallada del que sabe que no hay vuelta atrás,  que cuando se pierde la esperanza y el credo en las personas, ya se ha perdido todo.
     Que cuesta un mundo encontrar el amor.... y cuando el amor se da, se da y más nada.



     

domingo, 24 de noviembre de 2013

Cuarenta y tantos....







     Leí en una ocasión, que una mujer que es capaz de decir su verdadera edad, es capaz de contarlo todo, hasta lo incontable.

     Bien, si partimos de esa premisa, yo soy una mujer de cuarenta y tantos, trabajadora, madre, hija, hermana, amiga y luchadora. Una mujer que cada día que pasa, se siente menos preparada para afrontar el día a día. Pensareis que esto es una incongruencia, y en parte sí, así es. Vivimos en un mundo y pertenecemos a una generación donde la preparación académica es cada vez mejor y más cualitativa y sin embargo, tengo que confesar, que cada vez entiendo menos lo que sucede a mi alrededor.  
     Me considero una persona tímida, reservada y bastante observadora. Me cuesta comunicarme verbalmente y soy de las que aún partiéndole el alma, callan y no cuentan nada. Seguramente como tú, como millones de personas. Pero es lo que hay... sin embargo, cuando escribo, es como si se rompieran los silencios, como si las palabras bailaran, como si la lata que guarda a mi corazón, se abriera por un momento dejando escapar los aromas y los silencios.
     Seguro que estáis en el sofá, después de haber dado la merienda a vuestros hijos, disfrutando de un momento de relax, mirando a esa persona que comparte vuestra vida y en algún momento, la habéis sentido extraña, desconocida. Seguro que en vuestros pensamientos más íntimos, os habéis preguntado ¿quien se preocupa por mi? el día de descanso y no he parado de hacer cosas... he cocinado, arreglado y recogido la casa, he preparado la merienda, he ido al parque con los hijos, he sacado al perro, pero... y yo? alguien se ha preocupado de preguntar si me apetecía tomar un café? Alguien me ha dicho con dulzura,  ¿cariño... estás bien? ¿que puedo hacer para darte un rayito de descanso, de felicidad? O simplemente, apagar el televisor cuando están poniendo el partidazo del plus y charlar. 
     Y seguro, que la respuesta a esos pensamientos, es parecida a la que tengo yo.
     No os sentís agotadas? A menudo y siempre intentando ver las cosas de un modo positivo, me digo a mi misma : Bueno, tu haces las cosas porque te salen así, y eres feliz viendo felices a los que quieres. Y sí, eso es cierto, pero nos olvidamos de algo importantísimo. Para que esa felicidad les llegue y sea completa, tiene que empezar por uno mismo. 
     Hace tiempo, yo era de las que veía el vaso medio vacío, quizá por el agobio del trabajo, de la familia, de los amigos y porque le pedía tanto a la vida, que al final siempre me sentía decepcionada. Sufría mucho con todo, me angustiaba hasta respirar y eso me hacía incapaz de disfrutar hasta de lo bueno que me sucedía. Un día, me derrumbé. 
     Mi hija, veía mi negatividad y trataba de luchar contra ella, pero no hay peor ciego que el que no quiere ver, hasta que un día comencé a abrir los ojos y a entender que mi peor enemiga, era yo misma. La escuché, con todos los sentidos, comencé a meditar en todo lo que me decía, en lo que sucedía a mi alrededor y me dí cuenta de pequeñas cosas, muy pequeñas y muy grandes. Respiraba y sentía mi corazón latir y una mañana me levanté, me asomé a la terraza y descubrí que tenía al mar delante de mis ojos y sonreí.