lunes, 13 de enero de 2014

Mi mayor verdad



     Bajo tu piel navego, buceo por los senderos que marca tu sangre, me sumerjo y me empapo de ti, de tu esencia, de tus perfumes. Un aroma cálido, sublime, me envuelve y me dejo llevar por los vaivenes del latido de tu corazón. Bajo tu piel me siento segura, el viento que azota el exterior no me toca, suspiro y nado libremente en tu interior.
     En tus ojos me miro y la imagen que me devuelven es encantadora. Coqueteo con tus pupilas que se dilatan al notar mi presencia, y se hacen enormes, con un brillo infinito que me ciega por momentos, que me deja extasiada y profundamente enamorada.
     Paseo por tus labios, sintiendo la esponjosidad que me proporcionan, me tumbo y todo mis pensamientos se evaporan, son tan suaves, tan confortables y acogedores... los beso despacio, sintiendo cada micra de ellos, comprendiendo lo que siempre repites; hechos para mi. Y sonrío y sonríes, y el cielo se ilumina contemplando nuestras sonrisas.
     Sobre tu pecho me paro y acerco mi oído para vivir tus lamentos, tus sordos quejidos y la inmensa felicidad que retumba dentro, que agitada se acelera por las ansias de escapar y acariciar mi pelo. No hay sonido más intensamente bello que el rugir de tu corazón.
     Me acerco a tus manos, grandes, fuertes, llenas de caricias y las asío con fuerza. Me acurruco entre tus dedos y me siento flotar, sintiendo como me abrazan, como me rodean y transmiten la seguridad que proporciona el celo por aquello que amas. Cuanto me hacen sentir...
     En tu cuerpo me adentro, me camuflo con tu carne y tus huesos, me fundo y me mezclo y siento que no hay nada más. El placer inmenso de sentirse amado, de entregarse con el alma, con el todo. Porque tu eres mi mayor verdad, mi único anhelo, mi esperanza y mi fe. Eres quien me convierte en la esencia del amor, en el pecado más deseado y en el significado auténtico de vida.

     "Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que amarte". Fernando Pessoa

jueves, 9 de enero de 2014

Nuestros hijos



     Se nos marchan, llega el momento y vuelan. Con ansias propias de la edad, con prisas atropelladas, con esas cosquillitas por descubrir un nuevo mundo. Se van para volver hechos hombres y mujeres, más formados en conocimientos y vida, más maduros, más centrados.
     Se nos van y nos dejan con cara de circunstancias, con esas lágrimas reprimidas y escondidas entre las manos, con ese nudo en el estómago que no nos permite respirar, con la preocupación prendida en el rostro y el nerviosismo cosido a la espalda.
     Y los vemos partir desde un andén, desde el control de pasajeros de un aeropuerto, desde la estación de un autobús o desde la acera de la calle donde el coche que los aleja de nosotros, se va rodando sin remordimientos. Y se retuercen las entrañas porque son nuestros hijos, y para nosotros son nuestros "pequeños" hijos, y para ellos, son ya mayores, prácticamente adultos. Y sabemos que es para bien, que no se van a luchar en una guerra, que no van a una misión suicida, pero que más da... se nos van, y se nos parte el alma.
     Y pasamos el primer año como el duelo más profundo, como si nos hubieran sesgado un miembro del cuerpo, como si nos faltara parte de nuestro propio yo.  Les llamamos a todas horas, les agobiamos, les preguntamos lo mismo un millón de veces, les recomendamos precaución, que estudien, que aprovechen el tiempo, que coman...
     Pobres hijos... no hay nada más pesado que una madre.
     La misma madre que los espera cuando vuelven a casa, la que les lava el saco de ropa que traen de fin de semana, la que les prepara suculentos bocados cuando regresan  por vacaciones, la que los abraza y los besa como si los besos se acabasen.
     Han regresado, han terminado sus estudios y han vuelto. Y han vuelto más altos, más flacos, algunos con barba y otras más coquetas. Pero sobre todo más hechos, más mujeres, con un bagaje más rico, con una experiencia vital más enriquecedora. Han regresado y nosotros felices, han vuelto y eso es lo único que importa.

     "El problema con la familia es que los hijos abandonan un día la infancia, pero los padres nunca dejan la paternidad" Osho.
    

miércoles, 8 de enero de 2014

La oportunidad




     Como dos almas hambrientas, necesitadas de afecto,  los dos se fundieron en un abrazo eterno. Se besaron, se entregaron  y se paró el tiempo.
     Sus rostros se mezclaron al entrelazar sus lenguas y se confundían los rasgos de uno y otro, las pupilas dilatadas latían al ritmo de sus corazones y las gargantas sedientas, se agitaban incesantemente.
     No existían techos que los cubrieran, ni suelos que tuviesen la fortaleza de sostenerlos, eran dos almas apasionadas con prisa por darse amor.
     Todo era sincero, real y tangible. Demasiado cariño para contenerse en un cuerpo, demasiada ternura para expresarla verbalmente, demasiada dulzura, demasiada...
     Sus manos se exploraban temblorosas, insinuando caricias imprevistas, vértigos inesperados y un deseo desbordante los envolvía. Un deseo fuera de control y hermosamente ansiado.
     No había pausa, ni tregua, se amaban como si no existiese más que ese instante, como si la vida les hubiese dado una última oportunidad, no veían nada más que sus ojos y en ellos se miraban.
     Se rozaban y se estremecían, y no entendían como habían podido estar tanto tiempo el uno sin el otro, como habían podido ni siquiera respirar sin el aliento que les proporcionaba el elixir de sus besos.
     El corazón estallaba de gozo, se incendiaban las mejillas, y las sonrisas se hacían fáciles. No había ruidos, ni gente, ni nada que pudiese sacarles de aquel éxtasis, se mezclaban con pausados susurros y retozaban en su delicada ternura.
     Se desnudaron, en cuerpo y alma, se recorrieron, se descubrieron y se encontraron. Y mientras se amaban se hicieron mil promesas. Y todas se resumieron en una; callada, firme y eterna.
     La vida les había otorgado la oportunidad de encontrarse y no darían a la vida motivos para separarse.

     "El amor no se mira, se siente y aún más cuando ella está junto a ti". Pablo Neruda.

martes, 7 de enero de 2014

Te has ido...



     ¿Y si no te fueras? ¿Y si te quedaras a mi lado?

     Y te vas.... y me partes el alma, porque te necesito. Porque crecí contigo y a tu lado, porque te entregué mi confianza y mi fe, porque cada palabra pronunciada la has borrado, porque cada momento contigo, te lo arrancaste del corazón.
     Y te vas... y me reconcome la duda, me desespera tu silencio y me angustian tus ausencias.
     Después de tantos pasos, de tanta lucha frustrada, de todas las cenas compartidas, de las caricias cómplices, de las miradas furtivas y de las horas vividas... te vas.

     ¿Y si no te fueras? ¿Y si te quedaras a mi lado?

     Y te fuiste... y mi voz se oscureció y murieron mis poemas. Porque contigo aprendí a pintar versos, porque supe estar cuando nadie estuvo, porque te animé, te apoyé y perseguí fantasmas armada con mi amor.
     Y te fuiste... y el corazón se hizo añicos, y el sentimiento se quedó parado, y la luz que iluminaba mi sonrisa, se fundió. Y los besos se me congelaron y los susurros se durmieron, y se ahogó el llanto al gritar tu nombre... te fuiste.

     ¿Y si no te fueras? ¿Y si te quedaras a mi lado?

     Y te has ido... y mis manos no sienten porque no puedo tocarte. Porque pensé que mis días terminarían contigo, porque nunca imaginé una vida sin ti, porque cada letra del libro de nuestra existencia se escribió con pasión.
     Y te has ido... y no hay vuelta atrás, no hay paisaje con color en el lienzo de mis ojos, no existen sorpresas en el rubor de mis mejillas, no hay gozo ni calor en la penumbra de mi alma. Se escondieron los suspiros al abrazo del dolor... Te has ido.