jueves, 19 de febrero de 2015

Todo y Nada







Desde tu noche
a mi mañana,
De tu pupila
a mi mirada,
De tu suspiro
hasta mi alma,
Desde tus labios
a mi sonrisa,
Desde tu voz
a mi garganta.

Desde tus sueños
a mi plegaria,
De tu palabra
a mi promesa,
De tus te quiero
a ser amada,
Desde tus lágrimas
a mi tristeza,
Desde tu adiós...
a no ser nada.

martes, 10 de febrero de 2015

María




María se ha hecho adulta
a traición, con alevosía,
se le han llenado los ojos
de dolor y de alegría.

María escudriña el pasado
con rencor e ironía
se le empapa el cristalino
se le nubla su agonía.

Porque han pasado los años
porque dejó atrás a la niña
aprendió con desengaños
y bailó sin melodía.

María sueña despierta
recorre paisajes robados
desiertos de arena blanca
y campos abandonados.

María se bebe la vida
se atraganta a cada paso,
el sol que la ilumina
huye esquivo, en el ocaso.

Se le quiebran las palabras
se retuercen los fracasos
y pare nuevas plegarias
desterrando viejos salmos.

María tras la ventana
acuna el dolor con llanto,
adormecida, esperanzada,
cansada por el quebranto.

María se ha hecho vieja
se le han pasado los años,
María ya no se queja...
se reconcilió con su pasado.

Se ha perdonado todo
la paz le besa los labios,
ya no hay rabia, ni quejido,
el olvido borrará sus pasos.

martes, 3 de febrero de 2015

Venganza




     Lidia entró en aquel local de copas casi por inercia. Había hecho un receso en el hospital donde trabajaba de patóloga forense y a instancias de una compañera, fue a tomar un refresco al Santuario, recientemente inaugurado y con bastante ambiente. 

     Ella no tenía mucha vida social, su mundo era su trabajo, su casa y su gatita como única compañía. Entre el bullicio de la gente, consiguió acercarse a la barra. Sintió un escalofrío recorriéndole la espina dorsal, sus ojos se quedaron petrificados y las rodillas le fallaron haciéndole tambalearse. ¡No podía creerlo! Se quedó fijamente mirando a aquel hombre, a aquel ser despreciable que le había removido las entrañas en una décima de segundo. Se dio la vuelta y salió despavorida del local. Le faltaba la respiración y al mismo tiempo,  el corazón le latía a mil, descontrolado, queriendo salir del pecho. Tomó aliento y se encaminó  de vuelta al hospital, bajó a su lugar de trabajo y una vez en la Morgue, analizó con detalle lo sucedido.
    
      Habían pasado quince años... quince años de visitas a psicólogos, de intentos de superación, de rechazo al sexo masculino, de una lucha continua por llevar una vida normal, y ahora, el destino le había brindado en bandeja de plata la oportunidad que durante tantos años había esperado.                  

     Era un día tranquilo y aunque estaba de guardia, no estaba prevista la práctica de ninguna autopsia, a no ser que hubiese alguna urgencia, pero para eso llevaba siempre su busca. Así pues, se atusó el cabello, pintó sus labios de rojo fuego y salió decidida a tomar ese refresco.

     Se acercó a la barra, justo donde estaba situado él. Le pareció curioso el hecho de que no había cambiado practicamente, sin embargo ella... ella ya era una mujer, y por muy buena memoria que tuviera, no la reconocería. Coqueteó, se insinuó y en un descuido vertió en su bebida una dosis suficiente de escopolamina. El estaba muy excitado, esos labios le estaban volviendo loco y las insinuaciones de aquella mujer le tenían fuera de si. En su cabeza solo existía una idea; poseerla.
Al cabo de una hora salieron juntos del local y se dirigieron a la Morgue, a él le había parecido morbosa la idea que le había propuesto Lidia,  de hacerlo allí. La droga estaba haciendo efecto y Lidia sabía que disponía de una hora más, para que se potenciara la actividad de la escopolamina.

     Lo tumbó sobre la mesa de autopsias, lo ató fuertemente con esparadrapo y lo amordazó. El, aún estaba vestido y aún aturdido se reía; aquello le excitaba sobremanera. Ella, se colocó la bata de trabajo,  cogió el bisturí y le rajó el pantalón, dejando al descubierto sus genitales. Buscó en el bolso su ipod, se puso los auriculares y comenzó a sonar la quinta sinfonía de Beethoven. Se acercó a aquel rostro repugnante y casi en un susurro le dijo : -No hay perdón para un violador.