Me enamoraste mi niño
con locura desatada
con toques de mermelada
y un pellizco de estragón.
Destapaste con cariño
esta oxidada conserva,
discípulo de Minerva
venciste la sinrazón.
Y despertó vacilante
este corazón dormido
asustado, contraído
ciego por no ver el sol.
Una sonrisa vibrante
unos brazos que lo mecen,
latidos que reverdecen,
con pasión y sin control.
No hay comentarios:
Publicar un comentario