lunes, 30 de marzo de 2015

Un suspiro





Te encuentro y te miro
mi corazón imprudente
me sorprende con un giro
y amordaza mi mente.

Te encuentro y me agito
pues tu cuerpo anhelado
se me imputó delito
por haberlo deseado.

Te encuentro y te pido
claridad entre las dudas,
ante verdades desnudas
estás solo y perdido.

Te encuentro y no hallo
la palabra de aliento
que pueda darte sustento,
lo intento, más fallo.

Te encuentro y te siento
comparto la misma pena
queriendo izar al viento
una pesada cadena.

Te encuentro y te miro
la tristeza es patente,
tras el rumor de la gente
clamorea un suspiro.


viernes, 20 de marzo de 2015

Mayoría de edad




   Lucía miraba a su hijo con orgullo. Cuando el día se completara y el reloj pasara quince minutos de la media noche, su pequeño Daniel cumpliría 18 años,  la mayoría de edad se acercaba a todos los efectos y sin embargo, para ella, para su madre, seguía siendo su niño. Daniel estaba como loco, tenía grandes planes para  celebrar con sus amigos una fecha tan señalada; hoy por fin,  podría entrar a uno de esos garitos nocturnos.
   
  Mientras Daniel se vestía y se perfumaba con esmero, su madre, callada lo miraba en silencio. No podía apartar la mirada del rostro de su hijo, estaba tan orgullosa...
    
 Daniel siempre había sido un niño bueno, obediente, educado y muy cariñoso con su madre. Muy responsable para su edad y demasiado tozudo. Era el tesoro más valioso de aquella mujer, su motor de vida.
   
  Cuando Daniel hubo terminado, se giró hacía su madre y con un gesto divertido buscó su aprobación. Ella no podía estar más feliz, más absolutamente entregada y sonriendo asintió con la cabeza y pensó  que no existía un chico más guapo en el mundo, al menos para ella.

    Antes de cruzar el umbral de la puerta, Lucía le dio un montón de recomendaciones; ten cuidado, no te vayas a meter en líos, mira que la noche es muy traicionera, no bebas demasiado... 
Daniel asentía a todo y sin dejarla casi terminar, besó a su madre en la frente y se despidió.
     Lucía lo vio marcharse con aquella sonrisa tan pícara en sus labios y antes de girar la calle, Daniel guiñó un ojo a su madre y le envío un beso por el aire.

     Entró en su casa,  y se dispuso a prepararse algo para comer. Se sentó en el sofá y mientras cenaba trató de imaginar que estaría haciendo Daniel en ese momento, donde estaría, con quien estaría hablando, y a cada rato, miraba el reloj y suspiraba. No pasaban las horas...

     El ruido del teléfono la sobresaltó. ¿Que hora era? Se había quedado dormida, eran las dos y diez de la madrugada y no dejaba de sonar ese fastidioso ring. Se incorporó,  fue hacia la cocina y descolgó el auricular.

     Su corazón dejó de latir, su mente estaba completamente noqueada, su mirada perdida y su mundo atropellado. 
     Tenía delante el ataúd de su hijo, no quería mirarlo, se negaba a creer que nunca más volvería a tenerlo entre sus brazos, se lo habían arrebatado.

     No había consuelo posible, no existían palabras de aliento, su hijo no estaría más, porque alguien derramó un poco de líquido en la camisa de un desconocido originando una pelea, porque su hijo intentó calmar los ánimos y separar a aquellos dos que se querían matar a golpes, porque era buena persona, por ponerse en medio  para evitar una tragedia, se llevó el golpe certero de navaja en mitad del corazón, cayendo fulminado en el acto.

     Su hijo falleció a la una y treinta y cinco de la madrugada el día de su décimo octavo cumpleaños, el mismo día y a la misma hora que ella dejó de existir para el mundo.

     "A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd". Alphonse de Lamartine.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Ahora, que te has ido...





Ahora que te has ido
el vacío me inunda,
un silencio resentido,
una mueca iracunda.

Ahora que te has ido
me siento nada y rota
tu cuerpo se ha rendido,
una lágrima explota.

Ahora que te has ido
¿que haré sin tu mirada?
sin tu delirante ruido,
sin tu nunca pedir nada.

Ahora que te has ido
¿donde buscaré tu alma?
¿donde guardo el gemido
que desde mi pecho brama?

Ahora que te has ido
ahora, que no estás,
este corazón herido
no olvidará jamás



Y ahora... ¿que hago sin ti? 
Me has dejado rota y vacía, aún noqueada porque no quiero creer, porque me niego a aceptar que te has ido, porque no encuentro sentido al dolor,  Porque te busco y no te encuentro, y mi cabeza no para de dar vueltas, porque me duele pensar que no volveré a acariciarte...






lunes, 2 de marzo de 2015

Ten cuidado con lo que deseas...




Manuela andaba como una loca, de un lado para otro, era un manojo de nervios y el corazón le latía apresuradamente. No le quedaba mucho tiempo para que todo estuviese perfecto, para que el día más importante de su vida, fuese mágico y especial.
¡Quince días! en tan solo quince días caminaría hacia el altar para cumplir el más deseado de sus sueños... y aún le quedaba tanto por concretar y definir... 
Cogió su teléfono móvil y llamo a su amiga Mayte

- ¿Mayte? ¿pero que haces todavía ahí? llevo veinte minutos esperándote, mueve el culo y vente para acá. ¡Por Dios, me va a dar algo!

- Manuela, tranquilízate, a ver si te va a dar un jamacuco y no vamos a poder hacer nada. Salgo en un minuto, así que relájate mujer.

Manuela colgó el teléfono y se dirigió a la cocina a servirse una copa de vino, eso le haría sentir mejor. Se sentó en una butaca antigua que tenía frente al ventanal y mientras saboreaba aquel delicioso elixir,  echó la vista atrás. Tenía 52 años y por fin iba a hacer realidad su más ansiado deseo.
Recordó aquel día en que con 23 años, la dejaron plantada ante el altar; el peor día de su vida. Lloró amargamente durante más de un mes seguido, día y noche, noche y día, no había consuelo posible. ¡Cuanto había llovido desde entonces...! 
Bebió un sorbo de vino y siguió con sus cabilaciones y recordó como hacía tres meses y veinte días, después de abandonar una cena benéfica a la que había sido invitada, y tras montarse en aquel taxi, aquel extraño conductor, al que prácticamente no pudo ver el rostro, tras preguntarle la dirección, la observó por el espejo retrovisor y le dijo sin venir a cuento, que podría hacer realidad el mayor de sus sueños. Manuela atónita y con una mueca de desprecio, le contestó que su mayor sueño era llegar a su casa lo antes posible y dar por finalizada la noche. El taxista con una voz extraña y empalagosa,  pidió disculpas a su ocupante y permaneció en silencio.
Manuela se sentía disgustada por la impertinencia del conductor y al mismo tiempo no paraba de darle vueltas en su cabeza a la absurda propuesta que le había hecho. Desechó el pensamiento y guardó silencio hasta que el coche paró justo delante de su casa. 

-¿Que le debo? -preguntó Manuela

-No tiene que pagarme hoy nada -contestó el taxista. Si mañana no he hecho realidad su sueño, me pagará la carrera, y si como digo, en el día de mañana sucede algo extraordinario, usted deberá entregarme su alma. ¿Trato hecho?
Manuela no sabía si echarse a reír,  llamar a la policía o a un loquero. El caso es que cerró la puerta del coche y mientras iba caminando hacia el portal de su vivienda, se giró y dirigiéndose hacia el taxista dijo: 

-Está bien, como quiera, usted sabrá si quiere o no cobrar por el servicio. Vaya mundo de locos..
No podía creer la cantidad de gente trastornada  que había pululando sin control en el mundo...

Sonó el timbre de la puerta y ese sonido la sacó de sus elucubraciones.

-¡Mayte, ya era hora... !mira que eres tranquila

-Ya estoy aquí ¿no? venga Manuela, vamos a ser efectivas y a ponernos en marcha.

Manuela tuvo una boda espectacular, de cuento de hadas. Todos los invitados estuvieron encantados con la ceremonia y con la fiesta de celebración. Su amiga Mayte asistió acompañada de un extraño hombre al que nadie conocía, con un extraño nombre; Cassiel.

A la mañana siguiente, después de una noche de bodas plena de amor y felicidad, la policía acudía al domicilio de Manuela, tras recibir una llamada hecha por una voz masculina, una voz pastosa y empalagosa, una voz que alertaba del suicidio de una mujer.
La encontraron vestida de novia y colgada por el cuello del ventilador de techo del dormitorio. En el suelo y justo debajo del cadáver, hallaron restos de un papel que a primera vista parecía un contrato, aunque solo fuera legible la rúbrica de una tal Manuela.